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A menudo los psicólogos recibimos en consulta pacientes que, tras una ruptura de pareja, sufren las consecuencias de la dependencia emocional que han desarrollado hacia su expareja. Estas personas sienten una gran necesidad de mantener el vínculo emocional y afectivo que tenían antes de la ruptura a pesar de ser conscientes de que la situación es irreversible y que, en la mayoría de los casos, es lo mejor para ellos. Esa dependencia, unida al miedo a estar solos, hace si cabe más complicado el ya difícil proceso de superar una ruptura sentimental.
La persona dependiente se niega a aceptar que la relación ha llegado a su fin, manteniendo la esperanza de una posible reconciliación, desoyendo las señales en la dirección contraria que recibe de su expareja. Busca continuamente excusas para mantener el contacto con su ex, ya sea físicamente, a través de llamadas, mensajes, incluso a través de las redes sociales. Esa necesidad de contactar y saber sobre la vida del otro empieza a interferir en el día a día de la persona, provocando problemas en distintas áreas de su vida, pudiendo llegar a tener problemas de concentración en el estudio y/o trabajo, al tener la mente ocupada con pensamientos recurrentes y obsesivos en torno a qué pueden hacer para revertir la situación, cómo han llegado a ese punto, llegando a desarrollar sentimientos de culpa e inferioridad e idealizando a la otra persona. También suelen verse afectadas las relaciones familiares y con los amigos, ya que estas personas no suelen recibir de forma asertiva las opiniones y consejos de las personas que tienen alrededor y que están viendo el sufrimiento que están padeciendo.
La dependencia emocional se relaciona directamente con una baja autoestima, asociándose además con síntomas de indefensión, ansiedad y en muchos casos incluso de depresión. Además, impide a las personas seguir adelante y estar abiertos a conocer a otras personas y rehacer su vida. Por el contrario, observamos cómo estas personas se empeñan en volver con su expareja y tener una nueva oportunidad, a pesar de recibir en muchas ocasiones el desprecio e incluso un maltrato psicológico y/o físico por parte de la otra persona, lo cual incrementa aún más su baja autoestima y los síntomas anteriormente mencionados.
El primer paso para superar esta situación es la aceptación de la ruptura y permitirse una descarga emocional, reconocer las emociones y los sentimientos que van surgiendo
y experimentarlos sin juzgarse ni avergonzarse por ello. Es normal sentir tristeza, dolor, culpa, ira, etc., después de una ruptura y no aceptarlo únicamente retrasará el proceso.
Romper el contacto y establecer unos límites y líneas rojas es el siguiente paso necesario. Es un proceso de duelo y como tal será doloroso, pero es necesario.
Recuperar aficiones e intereses perdidos o dejados de lado durante la relación y relaciones con amigos y familiares son importantes para recuperar la autonomía y ayudar a la persona a sentirse realizada y capaz, lo cual afectará de forma directa y positiva a su autoestima. Si a esto le sumamos el autocuidado y un cambio de patrones de comportamiento, estableciendo rutinas sanas de ejercicio, alimentación y sueño entre otras, hará que el avance sea todavía mayor.
Con la terapia psicológica, además de ayudar en todo esto, y de dotar al paciente de habilidades de afrontamiento para situaciones difíciles, podemos trabajar los pensamientos y creencias negativas y recurrentes que están bloqueando a nuestros pacientes y reforzando la dependencia emocional, sustituyéndolos por otros más adaptativos y realistas que le permitan verse a sí mismos, la realidad de sus relaciones y rupturas y sus expectativas de futuro desde otras perspectivas mucho más saludables.

Silvia Antorán Jaroso.

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