Skip to main content

Para ello utilizaré un pseudónimo, Laura, que será la representación de los numerosos casos que se han relatado en mi consulta. Por ejemplo:

 

Me llamo Laura, soy el conjunto de testimonios y mensajes escuchados por una psicóloga. Mi historia no importa, lo que verdaderamente importa es que voy a probar a acudir a una nueva psicóloga y no me gusta la idea. Lo retraso día tras día, pero en uno de esos momentos que me siento un poco más angustiada, me decido y hago la llamada. Mi primer encuentro con un psicólogo fue de pequeña. ¿Sabéis? Mi experiencia no fue muy buena. De mayor estuve en tres diferentes, una de estas terapias duró casi un año. Tengo en casa cientos de papeles aún por leer. Sentía que lo que ellos me pedían yo no podría conseguirlo, me hacían sentir la frustración en persona. Me han hablado muy bien de esta psicóloga nueva pero, no sé si me va a curar a mí, creo que soy un caso perdido. La verdad, voy por probar…

 

Una de las cosas más difíciles de conseguir: La cita

 

Cuando descuelgo el teléfono para llamar, noto un nudo en el estómago pero logro que ese nudo no pare mi intención de conseguir una cita… ¡La tengo! El 24 de mayo a las 10:30. A partir de aquí, en mi cabeza se apelotonan mil cosas que le quiero contar de manera perfecta y detallada para que ella pueda ayudarme.

 

Llega el día, me dirijo a la dirección indicada y una vez allí, tengo dudas y ganas de salir corriendo; además, voy sola. No me he atrevido a decírselo a nadie. Espero un rato en la sala de espera, nerviosa, sin saber muy bien qué hacer. Sale una chica de una de las salas y se dirige a mí por mi nombre, eso me tranquiliza no sé por qué. Yo sigo en alerta pero su cara sonriente, vuelve a tranquilizarme. De alguna manera me transmite que existe normalidad en mi situación y enseguida, me pasa a su despacho.

 

Una vez dentro, estoy nerviosa y me viene un único pensamiento a la cabeza, ¿qué hago yo aquí? Pero ella empieza a preguntarme con una voz dulce y firme mis apellidos, edad, con quién vivo… Cosas típicas supongo, para romper el hielo. Me explica que no hace falta que hoy me esfuerce o me apure en darle toda la información, que me dará una entrevista que tendré que rellenar y que ésta, será como una radiografía de mi persona (¡bravo! todo lo que me había preparado para contarle no sirve!). Me cuenta que funcionan con técnicas de última generación, que nuestra personalidad se forma gracias a estructuras que van creciendo dentro de nuestro cerebro y que estas estructuras, están basadas en nuestras experiencias del día a día. (Esta última información parece que mi cerebro no la capta pero no pregunto). Continúa diciéndome que hoy saldré de allí comprendiendo un poquito lo que me me sucede. La explicación que me da me produce tranquilidad, y la seguridad con la que se expresa, me hace pensar que sabe de lo que está hablando. La sensación de ser un bicho raro baja de manera drástica. Me dice que en este espacio se va a dedicar a mí, a estudiar mi caso; que su objetivo principal es descubrir conmigo caminos para encontrar mi bienestar. Este último comentario, más que relajarme, me hace sentir importante.

 

Después de esta introducción me hace una pregunta que parece anunciarme que ahora es mi turno: ¿Por qué estás aquí? ¿Cuál es tu motivo?

 

Ella se queda quieta, me mira y espera… Yo titubeo un poco pero luego me arranco y su escucha me hace hablar y hablar. Os lo aseguro, yo no soy de mucho contar, pero se ve que mi necesidad de ser curada y su mirada tranquilizadora, funcionan de motor para explicar mis problemas.

 

Una clave importante ya en la primera sesión

La psicóloga, paciente, espera que termine de hablar y cuando termino, me dice: “Si nunca te has sentido escuchada ¿por qué vas a pensar que eres importante? Nadie te lo ha enseñado“. Nunca, ningún psicólogo en tantos meses de terapia me había dado una información tan acertada, y por supuesto, menos aún en la primera sesión y con una conclusión tan simple. Había conectado con un lugar en mi interior. Claro, esto cuadra con la información explicativa de las experiencias tempranas que me había dado anteriormente (que yo no había entendido muy bien antes). Tal puntualización entra en sintonía dentro de mi entendimiento y despierta de manera automática unas cuantas imágenes que pertenecen a recuerdos de mi pasado. Esta psicóloga ha provocado ya un cambio, un cambio en mi primera consulta. ¿Os imagináis como se va una después de esta experiencia? Sí, desconcertada, porque no se ajusta en absoluto a mi concepto de terapia, porque rompe con todas mis experiencias anteriores.

 

Una explicación esclarecedora que me da es: “Cuando vamos al dentista y nos arreglan un diente, normalmente nos anestesian para realizar la cura, después nos toquetean y aún así, cuando llegamos a casa, nos duele hasta que la herida empieza a cicatrizar. Pues parece ser que las heridas del alma funcionan igual. Cuando se llega a ellas, se estimulan, se trabajan y se curan, necesitan que se toquen de una manera especial. La diferencia es que aquí no se utiliza anestesia y que probablemente, fuera, siga doliendo hasta que comience su cicatrización. Puedo decirte que desde hoy, tus heridas ya se mueven por sí solas hacia su curación.” ¿Quién habló de romper el hielo en la primera sesión? Es mucho más.

 

En las siguientes sesiones es increíble como a veces te resistes a llegar donde la psicóloga te quiere llevar, porque ella como profesional, sabe leer el camino que tú misma le indicas. Su función es acompañarte en el proceso, estimular a la reflexión, ayudarte a comprender emociones y te entrena a sostener tus sentimientos con técnicas llamadas de tercera generación.

 

En este proceso tengo momentos de mucha alegría y momentos de desesperanza, pero siempre está mi psicóloga acompañándome. Noto grandes avances y he aprendido, que después de ellos a menudo viene la recaída. Pero cada vez que viene, ésta es más espaciada en el tiempo.  Al principio las recaídas son muy frustrantes, porque con la alegría de empezar a recuperar el bienestar, piensas mágicamente que nunca volverás a encontrarte mal. Pero el malestar vuelve al principio una y otra vez, te decepciona. Es aquí donde sigue ella, la psicóloga, explicándote y acompañándote. Aprendí que esta relación es diferente a cualquier otra, de cualquier tipo y de las que yo había tenido antes en mi vida.

 

Dejar el malestar atrás

Os aseguro que ese camino tiene una meta. También que para llegar a ella, se pasa por un proceso en el que atraviesas diferentes etapas, en las cuales, te sientes incluso peor que al principio. Una de las cosas más sorprendentes que aprendí, es que el malestar, ese no sé qué que te hace sufrir tanto, tiene una función y una razón de ser. En el momento que la psicóloga me ayudó a comprender esa función, a partir de ahí, pude aprender a dejar de sufrir y siempre, siempre, con su compañía, ella, mi psicóloga.

Psicólogos en Madrid Capital

Leave a Reply