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Irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño, rabietas, llanto por pequeñas cosas, desafío, chantaje… pueden estar indicando que a nuestro hijo le está ocurriendo algo y nuestra responsabilidad como padres es atender a estas necesidades. Pero… ¿cómo ayudarles si no expresan lo que les ocurre?  Los niños no han desarrollado aún la capacidad reflexiva para entender cómo les afectan los eventos externos, pero sí sienten emociones tales como inseguridad, miedo, enfado, tristeza, que han de ser expresadas de algún modo.

El trabajo del psicólogo infantojuvenil está enfocado principalmente en dotar de estrategias a los adultos que estén a cargo del niño (padres, madres, abuel@s, profesores…) para que puedan ser responsivos con los retos que plantea el menor y existan unas normas y consecuencias coherentes con el comportamiento. Se trata de ir más allá de castigar o premiar, se trata de ayudar a crear un espacio de confianza en el que el menor se sienta escuchado, se le permita expresar sus ideas y se le ayude a desarrollar estrategias efectivas de afrontamiento que le ayudarán a resolver las dificultades inherentes a la vida, haciéndoles sentir más seguros, escuchados y con la sensación de no estar solos.

Cuando se llega a la adolescencia

¿Y qué ocurre cuando llegan a la adolescencia? La adolescencia es el periodo de construcción de una identidad propia y de exploración, que ha de ser acompañado por el entendimiento de la familia pero manteniendo unas normas y límites claros. Suele ser un periodo de turbulencia hormonal y emocional, y como adultos que ya hemos dejado atrás esa etapa hemos de actuar desde la prevención y no desde la prohibición.

El trabajo que realizará el psicólogo para adolescentes será el de ayudar a los padres a tolerar la incertidumbre y mantener unas normas, y con el adolescente se trabajará insaciablemente en la psicoeducación de los riesgos que conllevan ciertas situaciones para que sientan que son responsables de sus actos y puedan reflexionar sobre su toma de decisiones; además de ayudar a expresar sus vivencias y dotar su aprendizaje con nuevas maneras de solucionar los conflictos o situaciones complicadas que les presente la vida.

Para finalizar, cabe mencionar que el psicólogo infantojuvenil será capaz de trabajar con situaciones de duelo, acoso, depresión, trastorno de alimentación, separaciones, traumas… desde la perspectiva puramente clínica para ayudar a la persona a poder integrar en su historia aquellos episodios que hayan ocurrido, transforme su dolor, y pueda continuar el camino hacia una vida que le permita seguir desarrollándose de manera óptima y recuperando la ilusión.

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